El pasado fin de semana, bajo el lema "Maestro, ¿dónde vives?" (Jn. 1,35-42), la comunidad de Paraná vivió una enriquecedora experiencia vocacional, en la que participaron jóvenes interesadas en profundizar en su llamado junto a la Hermana Irma y Hermana Virginia. A lo largo de la jornada, se ofrecieron momentos de oración, charlas formativas, celebración Eucarística y Adoración al Santísimo, permitiendo a las participantes acercarse más a la presencia de Dios y reflexionar sobre el sentido de la vocación en sus vidas.
Una de las actividades centrales fue la visita a las abuelas de la Residencia Sagrado Corazón y el Hogar San José, donde las participantes compartieron un tiempo de apostolado, conociendo de cerca el trabajo que realizan las consagradas. Este momento no solo permitió a las jóvenes vivir la caridad, sino también tener un contacto directo con el estilo de vida de las Siervas de la Divina Providencia, basado en el servicio y la entrega.
En las charlas formativas, se profundizó el proceso vocacional.
“El llamado interior de seguir a Jesús puede reconocerse por diversas señales. Pero una de ellas es clave: la atracción, un agrado, un contento por Jesucristo como persona, en el modo y estilo de vida que él llevó. Dicha atracción llega a fascinar y surge a partir de un encuentro con el Señor Jesús y de un inequívoco y desbordado afecto hacia su persona. Así, encuentro, afecto y atracción se convierten en la experiencia fundante del proceso vocacional. Sentir esa atracción, que incluye complacencia, valoración y estima hondas por la vida de Jesús y los valores del Evangelio, es una señal casi inequívoca de vocación".
Las palabras inspiradoras resonaron en los corazones de las participantes, invitándolas a descubrir si ese llamado es parte de su camino:
"La centralidad de la persona de Jesús es definitiva. No puede existir ningún otro fundamento vocacional tan capital como la persona de Jesucristo. Podrían existir bellas y espirituales inspiraciones, pero si no incluyen a Jesús como eje y motivación central, no serán duraderas. Esto implica también un gozo especial por aquel modo de ser y de vivir que tuvo Jesús de Nazaret: acompañar a los humildes, ayudar a los desvalidos, hacer personas más personas, más libres, a encontrarse con el Padre; trabajar por un mayor amor, por la reconciliación, por devolver la paz interior y hablar de la misericordia de Dios; gastar la vida por los demás, entregarla generosamente, contagiar vida, dar felicidad... Es decir, anunciar y establecer el Reinado de Dios. Todo eso en torno a Jesús, como parte constitutiva de lo que Él fue, como lo imprescindible. No es tanto un amor espiritual al Cristo resucitado, separado de su historia humana, sino un afecto envolvente y único, absorbente, comprometedor".
Además, el domingo tuvo lugar el encuentro vocacional virtual del mes de agosto, donde se abordaron los textos del Papa Francisco sobre la vocación, con testimonios que compartieron las religiosas acerca de su camino en la vida consagrada. Este espacio brindó a las participantes la oportunidad de resolver dudas y conocer más sobre lo que significa vivir una vocación en servicio a los demás.
“La vocación no es solo un llamado personal, sino una misión. Dios llama por amor y envía a su pueblo para servir, para hacer crecer el Reino de Dios. Asumir una vocación es asumir también la responsabilidad de ser portadores de su amor y su paz", se afirmó en una de las conclusiones del encuentro.
Ambas experiencias, tanto en Paraná como en el ámbito virtual, han dejado una huella profunda en quienes participaron, confirmando una vez más que el camino de la vida consagrada es un llamado especial que nace del encuentro personal con Jesucristo y el deseo de seguirlo en su misión de amor y servicio a los demás.